El chico del oeste era cocinero, medio nena y no paraba de decir "ok" ante cualquier proyecto de diálogo que intentábamos mantener con él.
"El Moreno está bueno, ok, y me gusta el dulce de leche, ¿sí?, ok". Che, te voy dejando (así, de modo lento, como congelado, ¿ok?) con todo el gerundio sobre la mesa y mi tazón con sopa de zapallo.
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