miércoles, 30 de abril de 2008

Descargo

Una profesora jamás debe portar SCHWINDT como apellido de casada y menos aún si forma parte de su dirección de correo electrónico al cual debo mandar un trabajo de importancia estatal.

Muchas gracias,
La Dirección.

martes, 29 de abril de 2008

Algunas reflexiones sobre el día del animal

Primera: En los próximos meses va a hacer mucho más frío que hoy. Evitemos agotar recursos. Una mañana con solazo como el de el día de la fecha no requiere, exclusivamente, tres pulóveres, un buzo polar, campera de plumas, guantes, bufanda, orejeras. ¡vamos! ni tampoco el tiriteo desenfrenado, la expulsión de aire por la boca para ver el vapor que sale como "humito" y confirmar, para convencernos, de alguna forma, que es real el frío polar, con el que pretende tentarnos el meteorólogo fashion de Arriba Argentinos con sus fórmulas al mejor estilo Carmen Yazalde. ¿Se fue el humo y ahora necesitamos del frío polar para tener de qué charlar en la parada? bah.

me duele la muela.
izquierda.


Entonces: El fresco y sus disgustos. Sus caras amargadas, arrugadas, los ojos chinos, las manos en movimiento para evitar el potencial congelamiento...

Segunda: No recordaba que hoy fuera el día del animal hasta que descubrí, bajo alguna circunstancia dudosa, el blog de una compañera fantasma de la facultad. Resulta que es bibliotecaria, que tiene una gata que se llama Flora, que asiste a un grupo de tejedoras y que cumplió sus 39 años el pasado 14 de abril. ¡Ah! y que se llama Emilce.

Tercera: El nene no me come. El nene no me estudia. Es correcto amigos. Así que basta de utilizar el término me para posibles burlas estúpidas. ¡Viva el dativo de interés!

Nota mental: la RAE no da más.

Cuarta: En ecuador el primero de mayo se cobra dos fabulosos días, a cambio de uno, para recuperar el dinero perdido por las inundaciones últimas. Resultado: mi hermana se cobra un viaje a Bogotá y, supongo, un café doble real por primera vez en años.

Nota mental bis: El café instantáneo Colcafé (la versión colombiana del peor Arlistán) que asegura ser auténtico café colombiano me envenenó el hígado un mes entero. Si visitan Ecuador, tomen de la góndola uno más barato.

Quinta: En La boutique del libro de San Isidro se come rico. Ñoquis del 29 y dos pesos bajo el plato (esto último puede que sea mentira).
Curiosidad: Cuando los empleados jipis se van "atrás" con una cajita de fósforos Fragata en la mano no es para buscar algún título perdido.
Dato de interés (que nada tiene que ver con el dativo): En esta misma librería, les recomiendo buscar títulos viejos, re viejos, medio hechos pelota, deformes por el agua de las goteras y si les falta en su interior el ISBN mejor aún, ya que les será una tarea complicada rastrearlo en la computadora y pueden correr la misma suerte que yo al llevarme, hoy al mediodía, un libro casi de reliquia de Nabokov al módico precio de quince con ochenta.

Nota mental-moral: No se quemen la cabeza pensado en que ésto puede llegar a perjudicar al jipi. No es así.

Sólo un momento



Quelle heure est-il au paradis ?

sábado, 26 de abril de 2008

Elecciones

Era junio. Yo estaba en la cocina esperando que el agua estuviera lista para el quinto té del día. La tetera de la abuela Lola, de porcelana con flores horribles, ya estaba sobre la mesita de pared que había decidido colocar bajo la ventana el día anterior. Pegada a la heladera no iba a durar mucho tiempo, los imanes me volvían loca, me desconcentraban y terminaba pensando en cosas grandes, sin sentido, en por qué me había mudado al departamento, por ejemplo. Ayer a la tarde, entonces, corrí la carpetita, la olla de hierro y la coloqué debajo del marco de la ventana que da a Tres de febrero; de paso regué la estrella federal al mismo tiempo que recordaba su existencia.

Con la nueva disposición, la nueva vista, comencé a disfrutar más de la cocina. Yo, sentada en la silla de fórmica naranja de Lola, con los pies afuera, en el balcón y el resto del cuerpo adentro, en tierra segura. La mesita en frente, la ventana entreabierta con el mosquitero colocado aunque agujereado por partes y mi taza a lunares con jengibre y miel lista para recibir el baño de agua hirviendo; esperaba el llamado de Ique.

Tras el último sorbo, ya un poco frío pero placentero por esa picazón que deja el jengibre en la garganta, levanté el tubo y en no más un minuto anoté la dirección y el colectivo que me dejaría a tres cuadras de su casa. Ique me llamaba desde la clandestinidad de su cubículo laboral.

Aproveché el tiempo que me quedaba hasta que anocheciera y tomé un baño, me sequé el pelo, elegí un buen abrigo. Un buen abrigo era el de paño azul con tres botonazos verdes que había dejado Lola entre tantas otras cosas. Los sacos de antes sí que conocían el frío verdadero. Casi lista para salir, me apuré y manoteé uno de los tres libros que tenía sobre la mesa de luz. Estaban todos empezados así que era indistinta la elección, debía terminar alguno. Lo guardé en mi bolso, tomé las llaves que religiosamente descansaban en el aparador del living, luego un sentir ligero, la llave en la cerradura. Estaba al pie de la escalera, frente a la gran puerta de vidrio; una mueca zonza distinguí en el reflejo.

Quince escalones hacia arriba, la llave, la cerradura, el apuro. La casa, mi casa, el departamento de Lola, el aparador y el vergonzoso papel de caramelo con la dirección de Ique bajo el cenicero.

Después, la mano ya inquieta guardándolo en el bolsillo del pantalón. Volvió la llave a la cerradura, como una toma mal hecha. Yo estaba, otra vez, al pie de la escalera, frente a la gran puerta de vidrio; salí a la calle. Nada, la avenida seguía siendo la misma porquería de siempre y veía pasar el sesenta del bajo que, con mucha suerte, dentro de los próximos cuarenta minutos podía pasar el siguiente.

Sentada en el banco de la parada, buscaba como tonta algún recoveco, algún ángulo donde el viento no me aplastara contra el acrílico de las publicidades. Era una verdadera noche de fines de junio y yo con un verdadero saco de paño azul del cual comenzaba a dudar. Para matar la costumbre, encendí un cigarrillo y parece que me sucedió lo que les sucede a los que tienen suerte o son fervientes lectores de las leyes de un tal Murphy.

Veinte centavos escupidos de la máquina y una explosión de calor humano en la frente. Haciendo paso, logré llegar a la mitad trasera del colectivo. Con vista ventajera divisé a una señora abrochándose el pulóver y envolviendo su cuello en una bufanda que me provocó una carcajada interna. Me acerqué. Entre permiso y permiso conseguí un asiento. A medida que iban pasando las cuadras, la gente se iba reduciendo, ojalá hubiese sido en tamaño, siendo así gracioso y no preocupante para mí que desconfiaba de los colectivos medio vacíos en las noches verdaderas de junio.

Al rato, casi mágicamente, éramos cuatro las personas que ocupábamos los cuarenta asientos disponibles. Hacía un rato ya que había sacado el libro de mi bolso y mal que mal, forzando un poco la vista, podía leer intercalando renglones con veredas buscando el famoso hipermercado donde debía tocar el timbre para así bajarme correctamente, en la parada de Las Heras y Maipú.

De golpe y porrazo, el respaldo que tenía en frente se me incrustó en el pecho y el rebote hizo que mi cabeza sonara contra la ventanilla. Sí, esto también podía llegar a ser gracioso de no ser que en mi cabeza, del lado izquierdo tenía una hermosa hebilla con piedritas violetas que de alguna forma las sentí parte de mi cuerpo.

Reincorporándome, tomé un poco de aire y me senté más derecha, sufro de columna y los colectivos jamás fueron un buen lugar para mí. Leo a oscuras y me encorvo de formas inhóspitas para poder ver la calle; jamás entenderé a los desgraciados que pensaron inteligente la colocación de un marco de aluminio justo a la altura de la vista de una persona tipo, como yo, que no supera el metro setenta ni está debajo del medio metro.

Tras la frenada, subió un hombre. Él sí pertenecía a ese grupo agraciado del post metro setenta, vestía unos vaqueros desgastados, borceguíes negros, remera blanca (sí, remera) con una inscripción que no llegué a leer. Tomó su boleto con la mano izquierda porque la derecha la tenía ocupada con una botella de cerveza envuelta por una bolsa del famoso hipermercado. Un poco tambaleándose y haciendo ruido fue caminando hacia atrás. Yo lo miraba, lo miraba entre renglón y vereda y él me miró, él me vio.

Cinco pasos re pesados y se sentó al lado mío. No recordaba tanto olor a alcohol desde mi borrachera de los veinte y mi estómago vacío haciendo malabares con un té de jengibre y miel hasta llegar a las empanadas salvadoras de Ique.

-¿Es judío ese, no? – inquirió con sonidos casi guturales.
-Perdón… - dije yo entre perturbada y con aire de acá no pasa nada.
-Que ese, ese tipo, cómo es, es judío.
-Ah… éste – mirando el señalador que se asomaba de Woody Allen y pensado alguna respuesta rápida y poco comprometedora- sí, así parece.
-Mirá, y ¿a vos te gusta ese, che?- dijo acercando su aliento.
-Bueno… este…vi algunas cosas.- le decía, pensando, pensando- igual este me lo regalaron en una librería- buen punto, sentencié.

Vicente López parecía ser el lugar más lejano del mundo. Esos viajes por paisajes desérticos donde uno especula la cantidad de nafta y las ganas desenfrenadas de comer un sándwich. El supermercado no se asomaba por ningún lado y ahora paseaba con un borracho, antisemita y potencial asesino serial. Qué linda noche verdadera de junio.

-Mirá lo que tengo acá- dijo mientras se subía la botamanga del pantalón.

Bajé la mirada, obligada, y vi una cara gigante de Jesús entre espinas de cristo, aureolitas y mantos de rosas re tatuados en su pantorrilla.

-Mirá vos… ¿dolió mucho?- salió de mi garganta a esta altura atragantada mientras que mi manita derecha iba guardando poco a poco, como quien no quería la cosa, el libro debajo del bolso.
-¿Qué va a doler? Por este, lo que sea- balbuceó el mártir en su curda-
-Ajá, claro, qué bueno. Bueno, permiso eh, me tengo que bajar en la próxima- le dije casi suplicándole a algún dios que me sacara de esa situación.

De la forma más desprolija, me abotoné el saco, cerré el bolso con el libro bien adentro y toqué el timbre liberador. El hipermercado, obvio a esta altura, no había aparecido, pero era claro que iba a sentirme más tranquila caminando por la avenida, mal abrigada, con El Anticristo del maldito alemán bien guardado en esa verdadera noche de junio.

lunes, 21 de abril de 2008

Poesía popular



Sometimes I dream about reality
Sometimes I feel so gone
Sometimes I dream about a wild wild world
Sometimes I feel so lonesome


Hey Bobby Marley
Sing something good to me
This world go crazy
It's an emergency

Tonight I dream about fraternity
TONIGHT I say: one day!
One day my dreams will be reality
Like Bobby said to me

Hey Bobby Marley
Sing something good to me
This world go crazy
It's an emergency

Hey Bobby Marley
Sing something good to me
This world go crazy
It's an emergency

Tonight I watch through my window
And I can't see no lights
Tonight I watch through my window
And I can't see no rights


-Manu Chao-

El panadero, Cajas, Azuay, Ecuador.-

miércoles, 16 de abril de 2008

Qué tan lejos

Era la tercera vez que se inclinaba para alcanzar el encendedor. Mecánica algo ridícula la de volver a dejar las cosas en su debido sitio, como si de no ser así el universo fuera a colapsar de momento a otro. El cenicero de bronce, manchado por los años de tanta soledad, le respondía casi obediente en el extremo derecho del escritorio. Dos colillas exprimidas, un rastro del verano haciéndose ceniza. Eso es el palo santo, se dijo. Lo había traído de Manglar Alto, de la costa ecuatoriana, un poco creyendo que era cierto eso de que los mosquitos no pueden volar entre su humo, y otro poco con la encubierta razón de que los olores son, para él, el mejor modo de anclarse a un lugar determinado, a un lugar del cual jamás quiso partir, donde su condición de parasiempremente solo no lo amenazaba.

Esa tarde era la lluvia. Los sonidos encontrados golpeando en la persiana inquieta de tanto viento por el comienzo de algo, nuevo. La tormenta, ahora más tranquila, se apagaba con un cielo turbio al norte, pero las antenas altas dejaban en evidencia al sol poniente sobre el Tres Cruces delimitando el valle.

Varios años lo separaban de aquel oeste. De la humedad sobre los telares, el edificio de la comuna, la radio parlante, sequía en domingo de carnaval. De este lado, en este hueco, el azúcar se pierde sobre las cucharas, los aguaceros son sorpresa de media tarde, la niebla puntual. Calato se inclinaba.

Dónde estaría mañana, con la tinta desparramada sobre los expedientes de forajidos de Azuay. Dónde, con los zapatos de cuero curtido marcando surcos de nada sobre el felpudo de hogar bienvenido, donde los encebollados se acomodan en los estantes del refrigerador para recordarle la autonomía cada noche tras las campanas de la Catedral. Dónde, en casa Latina esperando la bendición de doña Elisa para salir confiado a sentarse en otro banco, frente a otros papeles, otra ventana para mirar la punta de sus pies ante la mirada caníbal y aniñada de la supervisora.

Un día más, dónde, sobre el traqueteo del camino que permite solo la compañía de una banquina desafiante. Calato se inclinaba para ver cómo el páramo viraba a selva.





Ingapirca, Cañar, Ecuador - Flor de los buenos sueños.-

lunes, 7 de abril de 2008

Haga como si estuviera en su casa

Una esperanza se hizo una casa y le puso una baldosa que decía: Bienvenidos los que llegan a este hogar.

Un fama se hizo una casa y no le puso mayormente baldosas.

Un cronopio se hizo una casa y siguiendo la costumbre puso en el porche diversas baldosas que compró o hizo fabricar. Las baldosas estaban colocadas de manera que se las pudiera leer en orden. La primera decía: Bienvenidos los que llegan a este hogar. La segunda decía: La casa es chica, pero el corazón es grande. La tercera decía: La presencia del huésped es suave como el césped. La cuarta decía: Somos pobres de verdad, pero no de voluntad. La quinta decía: Este cartel anula todos los anteriores. Rajá, perro.


Julio Cortázar, Historia de cronopios y de famas.-


miércoles, 2 de abril de 2008

Che y Chu fueron al río


"Doctorchu, del dichu al hechu hay un mucho trechu"
Alejandrita.

martes, 1 de abril de 2008

yo, rezongo

oiga! que ser mujer no es ningun pecado ni desgracia.
basta de eso que las niñas lo van a empezar a creer.

Un lunes

una boya con cara de cruz
el sol que se va yendo
los chicos jugando a lo que quieren ser en el agua
la pareja quejosa, gritona
el sol que se fue
ahora
el viento que golpea desde el este
sudeste
los areneros lejísimos
el junco, pajonal rioplatense
los dedos frágiles
la bicicleta
la aproximación
las ganas de fumar
la sombra de alguien mirándome la espalda