miércoles, 10 de septiembre de 2008

¡Susana, Graciela, Moria, abstenerse!

Nota de la autora -esa vengo a ser yo-: ¡hoy me puse seria, canejo!

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Ayer escuché en dos programas de televisión, curiosamente, hablar sobre la ciudad que parece esconder el secreto de la juventud eterna. ¿Hechizos, chamanismo? Veamos:

A 1500 metros sobre el nivel del mar, y a 41 km al sudeste de la provincia de Loja, en Ecuador, se extiende el valle de Vilcabamba, más conocido como “El valle de la longevidad”.

Este lugar, aparentemente, suspendido en el tiempo, se hizo un poquito famoso, allá por la década del 60 cuando unos doctores encontraron a la población más longeva del mundo. Se decía que allí, las personas vivían hasta los cien años y que muchos habían alcanzado los 135 abriles.

Un descubrimiento semejante no pudo huirle al curro turístico y no faltaran jamás, en ningún centro de informes o en ninguna página web, folletos informativos sobre el mítico valle que preserva el secreto del pibe eterno.

Sin embargo, Vilcabamaba no fue tocada por extraterrestres ni esconde pócimas secretas que hagan de nosotros un personaje de Günter Grass, como insinuaron en la tele. Más bien, nada eso.

Para empezar a atar algún cabo, podríamos tomar el factor geográfico. Como  mencioné anteriormente, el valle de Vilcabamba se encuentra a más de mil metros de altura y lo rodean algunos de los picos más altos del Ecuador, alcanzando los cuatro mil metros y todavía más; altitud suficiente para contar con un clima templado, seco y sin cambios abruptos de temperatura.

La formación norte de los Andes tuvo, como el resto de la cordillera, enormes glaciares que con el correr de los años fueron derritiéndose dando lugar a lagunas, por ejemplo, las del Parque Nacional Cajas en la provincia de Azuay, al norte de Loja. El suelo rocoso, propio de este tipo de ecosistemas, es decir, del páramo,  es poco fértil ya que tiene simplemente unos centímetros de tierra negra, razón por la cual estas zonas no son explotadas a nivel agropecuario. No obstante, cuenta con una vegetación particular y fundamental para el desarrollo de sus pobladores. Del mismo modo que la altura y las temperaturas impiden el pastoreo o el cultivo, impiden que la flora –un pasto muy duro con aspecto plástico-, al morir, se pudra. Por lo tanto, la vegetación que cumple su ciclo de vida no se descompone, si no que el nuevo follaje crece sobre este creando una especie de esponja. En concreto: crea un filtro natural para el agua de lluvia y para la de las lagunas propiamente dichas.

Este tipo de suelos se extiende, casi en su totalidad, a lo largo de todo los Andes, y los minerales presentes en esta formación rocosa es similar también. ¿Por qué digo esto? La presencia de calcio, magnesio, manganeso, hierro, es constante;  como así también de metales como el oro o la plata tan codiciados en nuestro continente. O sea, del mismo modo que en la mismísima Argentina, salvo que allá arriba, en Vilcabamba, no se practica la minería y de este modo el mercurio u otros componentes tóxicos no contaminan el agua de las lagunas ni la de los ríos que desembocan en el valle. Debido a esto, nos podríamos arriesgar a decir que todos los minerales del agua de Vilcabamaba y de la usada para el cultivo provienen de una fuente exclusivamente natural y tienen el balance perfecto para el consumo humano, ¿interesante, no?

Una de las cosas que escuché decir ayer en Mañanas Informales y en Duro de domar, fue la atribución mágica que se le concede a esta población, como es la juventud ósea y la ausencia total -sí, total- de enfermedades. Por ejemplo, no existe la osteoporosis en personas mayores; se ha determinado que poseen la misma cantidad de minerales y contundencia que la masa ósea de un adolescente. La ingesta directa y natural de calcio, magnesio, está presente en el agua de todos los días; al alcance de cualquier canilla.

Ahora bien, podría ahondar mucho más en lo que respecta al suelo, clima y demás pero, ¿no creen que exista un detonante fundamental para que en este pueblo, sus habitantes disfruten de una larga vida?

Análogamente, Cuba posee la mayor tasa de “cienteanieros” por habitantes del mundo y, por el contrario, la isla cuenta con una Sierra Maestra que no asciende más de mil novecientos metros, además de tener completamente otro tipo de suelo.

Entonces, sabemos que es indiscutible la pureza en los altos valles de la cordillera, pero no todo se simplifica a eso.

Me detengo en Ecuador que es lo que me llama a escribir esto. Saliendo de Quito, Guayaquil, o de las grandes poblaciones que, aislando diferencias puntuales, nada tienen de diferente al resto de las ciudades latinoamericanas, el estilo de vida es otro. No nos debería sorprender ver en Vilcabamaba a hombres en sus setenta u ochenta años laboralmente activos, caminando varios kilómetros por día, trabajando la tierra. Es cierto, entonces, que este estado se lo puede asociar al buen clima y al agua pero, también es cierto que la actividad física, una dieta saludable, el contacto con la naturaleza, la relación casi fraternal con el origen y, por qué no, el desplazamiento del vocabulario del término estrés, son fundamentales.

Como todo en este mundo, Vilcabamaba se está haciendo conocido, -en mi opinión: demasiado- y es, entre otras cosas, parte de la ruta obligada para los viajeros que pasan de Ecuador a Perú o viceversa. Cada vez hay más personas instalándose en la zona poniendo spas, hoteles, restaurantes. Cada vez hay más gringos, ecuatorianos –que migran de otras ciudades-, argentinos, ávidos de contagiarse aunque sea un poquito de estas cualidades, a simple vista, mágicas. Pero, ¿somos capaces de beneficiarnos con la sabiduría del valle o ya venimos con la semilla de nuestra propia destrucción?

 


 

5 comentarios:

Lady Mofles dijo...

Y agregaría también falta de contaminación visual, auditiva, y demases que nos van pudriendo..

A mí, particularmente, me encantaría poder creer que si uno va allá y mamá todo eso, se contagiaría... Y no me interesa tanto la longevidad, como el desestress(distress?).

Pero yo, particularmente (faaa la mina se amaba), sé que nací estresada, y por más que le meta yoga a mi vida, díficil me resulta no cargarme de tantas mochilas..

Pero salud a Vilcabamaba!

AbducimeUnPoquito dijo...

Lamentablemente, creo que venimos con la semilla de la destrucción incorporada desde el momento en que el hombre puso el "progreso" por sobre sus raíces y se consideró un ente aislado del todo (uff! uff! pará que respiro), pero saber que todavía existen lugares como Vilcabamaba (hecho que desconocía totalmente) me reconforta y me corre un poco de este lugar pesimista que sólo me deja ver un futuro "un tanto desagradable".

Ojalá algún día dejemos de lado esa soberbia que nos hace depredar insaciablemente y sin sentido nuestro entorno.



(Sí, me tomé unas vacaciones -no apropósito, sino culpa del lamentable volúmen de mi despertador-, pero hoy que no había que ir... fuí y llegué temprano :s )

Jonathan dijo...

hola checha! buen debate!!! yo creo que todos nos podemos desintoxicar de violencia social si estamos en un ambiente natural, humano, y libre de manipulaciones, por más que lleve tiempo se puede... gracias por tu visita! beso!

Anónimo dijo...

Buenísimo tu análisis... yo agregaría otro factor que escuché una vez y me gustó.... también en el tibet se vive muchos años, y dice esta hipótesis que es porque ademàs de las razones que vos bien desarrollás, a mayor altura hay menos cantidad de oxígeno en el aire, y nuestros cuerpos, como tantos elementos de la naturaleza, también se oxida... entonces si hay menos oxígeno nos oxidamos menos... interesante no?

Anónimo dijo...

Si, probablemente lo sea