domingo, 29 de noviembre de 2009

Ordenando, uno encuentra cosas como esta

Gastón Baquero nación en Banes, pueblo oriental de Cuba, en 1918 (el mismo año que mi abuela). Dejó los estudios de agronomía para dedicarse al periodismo y las letras. Fundó la revista Clavileño y colaboró en las revistas creadas por Lezama Lima. Su primera poesía era culterana; tomó un carácter nuevo a partir de 1959, año en que se instaló en Madrid: se hizo más contenida, transparente y, con frecuencia, ingeniosa. Obra poética: "Poemas" (1942), "Saúl sobre la espada" (1942), "Poemas escritos en España" (1960), "Memorial de un testigo" (1966), "Magias e invenciones" (1984)y "Poemas invisibles" (1991). También escribió ensayos y tradujo a poetas africanos. Murió en Madrid en 1997.


OSCAR WILDE DICTA EN MONTMARTRE
A TOULOUSE-LAUTREC LA RECETA
DEL COCKTAIL BEBIDO LA NOCHE ANTES
EN EL SALÓN DE SARAH BERNHARDT*

(Según Ronald Dorgeles, en casa de Sarah
bebieron esa noche un raro cocktail. Un
hombre preguntó cómo se hacía. Y Sarah
dijo: "Este es un secreto de Oscar. Oscar,
¿querría usted darle en privado la receta a mi
dulce amigo el señor de Toulouse-Lautrec?".)

"Exprima usted entre el pulgar y el índice un pequeño
limón verde
traído de la Martinica. Tome el zumo de una piña
cultivada en Barbados por brujos mexicanos. Tome
dos o tres gotas de elixir de maracuyá, y media botella
de un ron fabricado en Guayana para la violenta sed
de nuestros marinos, nietos de Walter Raleight.
Reúna todo eso en una jarra de plata, que colocará
por media hora ante un retrato de la Divina Sarah.
Luego procure que la mezcla sea removida
por un sirviente negro con ojos de color violeta.
Sólo enotnces añadirá, discretamente,
dos gotas del licor seminal de un adolescente,
y otras dos de leche tibia de cabra de Surinam,
y dos o tres adarmes de elixir de ajonjolí,
que vosotros llamáis sésamo, y Haroum-Al.Raschid
llama tajina.
Convenientemente refrescado todo eso,
ha de servirlo en pequeños vasos de madera
de caoba antillana, como nos lo sirviera anoche
la Divina Sarah. Y nada más, eso es todo: eso,
Señor de Toulouse, es tan simple
como bailar un cancán en las orillas del Sena."

* Sinfonía, de Georges Bizet.

martes, 17 de noviembre de 2009

Antropología de consultorio

Un año después, y una hora y quince minutos luego de haber llegado, me encuentro sentada nuevamente en el sillón de madera abajo del aire acondicionado del consultorio de mi ginecóloga. Leo, como siempre, para no sentir que envejezco sin razón en una sala de espera. La música de sala de espera, los timbres de sala de espera, las miradas de la sala de espera: pocas cosas en el mundo me fastidian tanto, soy infeliz en una sala de espera.
La piba que está sentada enfrente escuha cumbia en su celular, yo la escucho y me desconcentra. La madre de la chica que está sentada a mi lado estornuda, tose, vuelve a estornudar y hace ruidos guturales que me dan asco, todo eso mientras intenta comunicarse con alguien por su celular; me da rabia. La otra mujer, gordita de labios rojos recién pintados, atiende su celular que suena estridente con un tema de Sheryl Crow y grita, no sabe hablar, pobre; y yo me entero que la que llamó es esa persona con la que solo habla una vez al año, "te estaba por llamar, en serio, venía en el colectivo y pensaba, sí, ¡sí!, pero claro, si siempre te llamo cerca de navidad, a esta altura del año...", pobrecita la gorda, la amiga anual le ganó de mano.
Timbre. Otra mujer entra y se sienta al lado de la piba que escucha cumbia. Abre su mochila verde y saca un libro de tapa blanca y naranja flúor. Me llama la atención, es evidente y yo chusma: "Autoboicot, trampas mentales que me impiden creer en mí".
El hombre es un ser egoísta. Me doy cuenta de que no soy la única infeliz en una sala de espera.